Sin sangre

La acabé casi antes de empezar a leerla. Como ocurre con casi todas las novelas de Baricco. Su estilo es tan suave, preciso y rápido que no es necesario alargar sus relatos. Aproveché una tarde en la playa de Tarifa para engullirla. A una de las chicas que tenía al lado no le gustó 'Seda'. Tal fue mi cara de incredulidad al oirlo que la pobre no se atrevió a llevarme la contraria y lo disfrazó con un 'Igual es que me aburrí al principio y no la terminé. Porque la verdad es que no la terminé...' Seguro que sí lo hizo, pero no quiso llevarme la contraria. Nos conocíamos desde hacía demasiado poco tiempo y estábamos en esa fase de buen rollo amable que surge cuando estás de vacaciones, con amigos, en la playa... y conoces a amigos de otros amigos. Ese conjunto de circunstancias nos contagian de paz.

He vuelto de las vacaciones y entre los propósitos para el nuevo curso escolar está leer más. Con prioridad 1. Espero conseguirlo. Enseguida voy a empezar con otro delicioso librito de esos que Baricco nos regala. Como decía al principio, me encanta como escribe, pero desde hace unos meses algo se ha cruzado entre este escritor y yo. Una película. Bueno, dos en realidad. El título es: "La mejor juventud". Consiste en el delicioso retrato de la vida de una familia italiana. Nunca he sido un gran experto en cine italiano. Admito que me gustó 'La habitación del hijo' de Nani Moretti pero no mucho más aparte de las películas de Jaimito (propongo un Oscar a su carrera para Alvaro Vitalli). En fín, que volviendo al tema, 'La mejor juventud' me gustó tanto que siempre que buceo en lo que Baricco escribe, doto a los personajes del aspecto de los actores de ese filme. Dicen que cuando lees un libro, eres tú quien imagina la apariencia física de los personajes y si a alguien se le ocurre la macabra idea de destrozarte los esquemas y adaptar el texto al cine, la única consecuencia es esa frasecilla de 'No tiene ni para descalzar al libro...'.

Esta mañana he escogido de mi estantería el pack de DVD de 'La mejor juventud'. Se lo he dejado a un amigo. Lo he llevado en el coche durante un buen rato. En uno de los semáforos que me ha pillado en rojo, he girado la vista hacia el asiento del acompañante y ahí estaba. Me he quedado pensando si la persona a la que se lo he prestado sabrá valorarla como yo lo hago.Si tendrá para él el mismo significado que para mí. He recapacitado sobre eso unos segundos. Después, he concluido que no. Él no la verá con la misma persona que yo. Lo siguiente a esta respuesta ha sido un estruendoso cláxon atravesándome las meninges. El semáforo estaba en verde. Como otras tantas cosas...

Á.