Monday, January 31, 2005

Buscando a Nemo

No puedo evitar acercarme a ese pedacito de océano que se encuentra a la derecha, según entro en el restaurante. He quedado a las 10 y media. Son y cuarto. Observo los peces sin memoria nadar tranquilos. Me pego al cristal, como un crío. Ya no son peces, solo manchas de colores sin rumbo, o con un rumbo definido que yo no entiendo. ¡Qué envidia me dan!. No recuerdan lo que pasó hace un minuto, en fín. Vagan hacia un lado, hacia otro… y vuelta a empezar. Entretanto, aparece el maitre: “¿El señor tiene mesa reservada?”.”Pues claro imbécil” –me digo en silencio al tiempo que le miro con cara de póker y asiento con la cabeza- a lo que el replica preguntándome mi nombre. He dado uno falso, en realidad es el de un amigo. No suelo dar mi nombre para estas cosas.
El tipo me acompaña a la mesa, me despido de un enorme pez payaso que ni siquiera sabe que existo, mi cita llega a tiempo, yo, extrañamente temprano...
La cena transcurre regular, nada especial. Me he obligado a hacer esto, sin ganas de hacerlo. En realidad no tengo nada de qué hablar, mientras engancho conversaciones, unas con otras, que se dilatan y se encogen como una goma para el pelo. No sé si ella lo percibe, pero su vida no me importa. Entre el segundo plato y el postre, retomo el asunto de los peces y me doy cuenta de que por un momento soy uno de los suyos. Cuando esto acabe, sé que no recordaré nada. Ni la charla, ni sus rasgos, ni la manera en que mueve las manos, ni su sonrisa. Me da igual si su boca es carnosa, grande, pequeña, si siempre tuvo esos labios o son operados, si besa bien… Para mí no es más que una cicatriz que divide su cara en dos.
Como suelo hacer, le acompaño a casa. Me despido con un par de besos. Creo que ella espera más, pero de eso no me queda. Tengo la sensación de que ella ha intentado darme un beso en los labios y que lo he sorteado con sutileza dando un suave bandazo hacia su mejilla derecha. Se baja del coche no sin antes sugerir que quedemos un día de esta semana para ir al cine. Ha comentado algo sobre la última peli de Kusturica, pero no le he hecho caso. Mientras se encamina hacia el portal, su figura se desvanece como si fuese de carboncillo y me hubiese tomado la molestia de difuminarla con un paño de lino. La miro durante un segundo, espero a que abra la puerta. Por cortesía, como todo esta noche. Arranco y me voy. En la radio suena M, de los Piratas. Menuda nochecita.

Á.

1 Comments:

Blogger dwalks said...

parece que tus fantasías se van esforzando por ser más realistas, lo que me gusta bastante.

felicidades por tu décimo post, ya estás en cifras dobles

3:05 AM

 

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